martes, 18 de agosto de 2009

Cierran negocios en La Jarretadera

Son las doce del día en La Jarretadera, la plaza principal luce desierta y los negocios a su alrededor tienen la cortina cerrada. Salvo por una paletería, en la que hasta esa hora apenas se han vendido unas diez heladas y dos vasos de agua fresca, lo demás es silencio.
La Jarretadera es quizás la población de Bahía de Banderas en la que los pequeños comerciantes han padecido con mayor crudeza la crisis económica. Hace diez años, cuando apenas despuntaba la industria inmobiliaria en la región, era diferente, pura bonanza.
En 1999, La Jarretadera contaba, en números gruesos, con una población de siete mil u ocho mil habitantes. Entonces, grupos inmobiliarios como Mayan Palace y Paradise Village comenzaban a dar luces del giro que daría en la región la industria turística: enfocándose en los condominios de propiedad a tiempo completo.
Por su cercanía con Nuevo Vallarta, La Jarretadera se convirtió en el lugar ideal para alojar a la fuerza de trabajo que llegaba poco a poco desde los estados más al sus del país, en busca de oportunidades.
En poco tiempo unos seis mil ‘chiapanecos’, como llaman en Bahía de Banderas a todos los trabajadores de la construcción que proceden de otros estados, se instalaron en periodos temporales en aquel lugar.
“Con ellos sin duda llegaron beneficios y perjuicios. Es cierto que trajeron problemas sociales como robos o violencia, muchas veces no eran ellos, pero sí subió eso. Pero aparejado con esos perjuicios llegó un gran beneficio económico”, reconoce el presidente del ejido de La Jarretadera, Miguel Ignacio Ramírez Arreola.
Pronto, los ejidtarios establecidos en La Jarretadera comenzaron a dar un giro a sus actividades: abrían tiendas de abarrotes, licorerías, centros botaderos o fincaban habitaciones adicionales en sus viviendas para rentarlas a los trabajadores.
“Yo siempre los vi como un beneficio. Muchos me criticaban porque en mi carrnicería yo les vendía que diez pesos de bistec, que diez de otra cosa. Así de poquitos pronto se hacían cien pesos, doscientos”, dice Ramírez Arreola.
Hoy la situación es diferente. La crisis ha pegado fuertemente al sector de la construcción, porque los desarrollos se suspenden ante un mercado que cada día compra menos unidades.
Basta escuchar, por ejemplo, a quienes comercializan el desarrollo Sensara. En lo que va del presente año no han podido concretar una sola venta. Esto, por supuesto, detiene nuevas inversiones y con ello, el trabajo para los constructores escasea.
Los seis mil ‘chiapanecos’ que daban vida a La Jarretadera han ido regresando a su tierra desde hace un año aproximadamente. Con ellos, la bonanza se ha ido. A Ramírez Arreola, sus ventas en la carnicería le han caído un 30 por ciento, por ejemplo.
“Yo acá en el cibercafé veo que sí ha pegado fuerte. Se están yendo, pero afortunadamente no es devastador. Yo creo que las ventas en general se han ido hacia abajo un 30 o 40 por ciento, pero que los negocios todavía podemos subsistir”, cuenta Daniel, un ex funcionario de la Dirección de Desarrollo Económico en el municipio.
Él mismo da en el blanco cuando asegura que el sector más afectado ha sido el de las abarroteras, pero también en el de los celulares.
“A los que vendían su latita de atún, su juguito, su paquete de pan o su cervecita. A esos es a los que más les ha pegado porque eran los que más vendían. Había una tienda de abarrotes cada media cuadra y para todos había negocio. Ahora muchos están cerrando porque ya se fueron los que les compraban”, observa Ramírez Arreola.

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