lunes, 24 de agosto de 2009

Denuncia daños por gasolinería


A José Manuel le ha costado 30 años edificar ese pedacito de paraíso que tiene en Bucerías. Su predio de poco más de 75 mil metros cuadrados, es además de un santuario de la naturaleza, su forma de vida.
A la sombra de inmensas parotas y enormes Guamúchiles crecen las plantas que con amor y paciencia cultiva, para después venderlas. Su vivero, el vivero Las Reinas, presume, es absolutamente ecológico.
Ahí no hay falsos enmallados para cubrir del sol a los retoños, el la sombra de los árboles la que los cobija, regula la humedad del terreno y hasta sirve de semillero para seguir produciendo lo que todos los días poner a la venta: sus plantas.
Aunque la tranquilidad se respira al caminar por los senderos del bosque tropical que ha protegido, no todo es apacible: en octubre pasado, su vecino de predio rentó o vendió (no lo sabe a ciencia cierta) y se comenzó a deificar una gasolinería.
Esa es la gran desventaja de que el vivero se encuentre a bordo de la carretera Puerto Vallarta-Tepic, el desarrollo comienza a presionar a la naturaleza, aun por encima de los intereses de los propietarios.
Para resguardar la gasolinería, lo primero que se intentó levantar fue un muro perimetral. Pronto, por las noches y hasta sin tomar opinión de José Manuel, un grupo de trabajadores comenzó a tirar los árboles cercanos al límite de las propiedades, también el lienzo de alambrado que las dividía.
“Esos árboles y ese lienzo estaban en mi propiedad y eran míos. pero a ellos les estrobaban y comenzaron a arrasar con todo. Lo tiraron sin mi consentimiento, quitaron las ramas de algunos árboles, que porque les estorbaban para hacer el muro, incluso sin los permisos de las dependencias de gobierno; por eso lo hacían de noche y con una máquina que convertía prontito en aserrín todas las ramas. Yo no me acercaba a reclamar porque eran muchos y yo ya estoy grande. Pero de día le dije a uno de los encargados y no le importó nada”, cuenta José Manuel.
Una de esas noches, al tirar uno de los árboles, las ramas golpearon la casa donde habita. Uno de los muros se cuarteó, además, porque la máquina con la que hacían los trabajos lo golpeó al colocar una de las patas con las que se estabiliza. Ese golpe, dañó dos tuberías, una de agua y otra con la que conducían la electricidad desde el borde de la carretera hasta la casa.
José Manuel no se quedó cruzado de brazos, hizo la denuncia ante el Ayuntamiento y demandó por daños al dueño del predio que aparece en el Registro Agrario Nacional, José Luis Niño Preciado, el ex regidor de Puerto Vallarta. José Manuel no sabe quién es, pero lo intuye, porque sus esfuerzos por resarcir los daños no prosperan.
“Ahí atrás hay alguien pesado, porque han pasado casi diez meses desde que fui al ministerio público y no han ni mandado llamar a comparecer al demandado. En el Ayuntamiento sí me hicieron caso, vinieron y clausuraron, la gente dejó de trabajar unos días pero luego regresó. Ahí está todavía la manta de la clausura y sellos en las mufas, pero les importa muy poco”, dice José Manuel.
El agente del Ministerio Público a cargo del asunto les dice que no ha podido citar a la contraparte porque tiene domicilio en Puerto Vallarta, pero que ya consiguió que sean las autoridades de Jalisco quienes lo manden llamar a Bucerías. Todavía no hay fecha.
El ejidatario sabe que su terreno hoy vale oro, pero para él vale más el producto que le da de comer todos los días. Dice que el dinero se va, y que cuando se lo acabe ya no habrá trabajos para él, en cambio el vivero le da plantas todos los días y fruta, fruta qu e no tiene agroquímicos y que consume a montones.
Por eso, ni el intento de comprarle el terreno, ni el de ganar unos metros de tierra apuntando la barda de forma inclinada lo intimidan. Él no quiere vender y está dispuesto a defender lo suyo con todo. Lo único que pide es justicia, porque para construir, ni la demanda detiene, todos los días los albañiles entran a su propiedad para poder colar, poco a poco el muro, dañando las aralias que acaba de plantar o los pies de bugambilias que tenía hace poco.

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