martes, 15 de septiembre de 2009

Deja de apretar en Desarrollo Urbano

“No sé quien está de inspector ahorita, pero discúlpenme: se van todos”, pronunció con la voz histriónica con que entona sus discursos Héctor Paniagua Salazar en el discurso que el 17 de septiembre de 2008 pronunció para rendir protesta como presidente municipal. De frente a él, Jaime Alonso Cuevas Tello, su predecesor, enrojecía, desaprobaba con un movimiento de cabeza y hacía patente su malestar.
No era para menos, lo que siguió en el discurso fueron acusaciones directas de corrupción alrededor de las licencias municipales para la construcción y el Desarrollo Urbano, un tema que había sido sensible en la gestión de Cuevas Tello pues se involucró a su hermano, Juan, en una serie de denuncias de abuso de autoridad.
“Hay supervisores (sic) que van por su cuota y se olvidan de vigilar. Yo voy a ser muy exigente en desterrar desterrar la corrupción, los malos manejos y el oscurantismo con que estamos trabajando aquí”, dijo entonces Paniagua.
El discurso de Paniagua arremetió duro contra Obras Públicas, dependencia a la que cuestionó su ingerencia en la vigilancia y autorización de la obra privada. Los inspectores serían todos nuevos, con un perfil adecuado, jóvenes y sin manchas y estarían adscritos a Desarrollo Urbano y Ecología.
Un constructor se desternilla de risa cuando se recuerda el pasaje. Dice que las cosas siguen igual y que, aunque no ocupan los mismos puestos, muchos de los funcionarios de Obras Públicas que se prometió desterrar siguen en la nómina del Ayuntamiento.
Luego platica su experiencia de este año de trabajo, en la que quiso comenzar la construcción de una residencia en El Tigre, tardó más de ocho meses en conseguir la licencia, entre retrasos que le parecieron expresamente diseñados para obligarlo a ofrecer mordida; no lo hizo, asegura, pero pide proteger sus datos y los de la construcción porque teme que le paren las obras.
“Me detenían el permiso de construcción que porque el Uso de Suelo no estaba autorizado primero. No lo podíamos creer, el terreno está ubicado dentro del campo de Golf El Tigre, es uso residencial, no tendría por qué haber cambiado. Otra posibilidad entonces era que todo lo que ahí se ha construido estuviera fuera de la ley, no creemos eso”, explica.
Cuando por fin logró reunir esa información, para la que tuvo que pedir copias de los expedientes del Plan Parcial de Desarrollo para El Tigre a la administración del fraccionamiento, porque en Desarrollo Urbano le decían que no los tenían, habían transcurrido varios meses.
Pensó que luego de eso las cosas se darían más rápido y la licencia de construcción no tardaría en llegar. Entonces le dieron otra noticia que le pareció ridícula: el permiso no podía ser expedido porque el Estudio de Impacto Ambiental para el fraccionamiento entero estaba vencido.
“No entiendo cómo es que se puede vencer un estudio de impacto ambiental, pero tuvimos de nuevo que pedir a Grupo Paradise Village que nos ayudara con la gestión, pues ese estudio lo tienen que tramitar ellos; se renovó su vigencia y seguimos adelante”, relata.
Entonces se emitió un dictamen negativo por la densidad de construcción, les pedían áreas de servidumbre más grandes de lo proyectado. De acuerdo con el constructor eso era incorrecto, porque aunque en efecto en el pedazo de terreno que ocupa la casa la densidad parece rebasar lo permitido, el terreno donde se levantaría la casa es más grande y se ecuentra en régimen de condominio, por lo que el análisis de densidad se tenía que hacer en el conjunto de lo proyectado para todo el predio.
“El condominio tiene áreas comunes muy grandes, con servidumbres y espacios verdes incluso por encima de lo que les marca la norma, ahí se estaba cumpliendo con el requisito de la densidad de construcción para todo el terreno. Otra vez nos tardamos en convencerlos”, platica.
Ocho meses después de comenzado el trámite, en una de las innumerables revisiones que se hacían de frente a los funcionarios públicos, se encontró que la documentación estaba completa, que se había ya cumplido con todos los requisitos. Incluso así se tuvo una negativa.
“Pues vente la semana que entra, para que te firme y comiencen a elaborarte el permiso’, me dijo el funcionario que hizo la revisión. Le pregunté porque no firmaba en ese momento. ‘No puedo’, me dijo primero; insistí y me respondión ‘ahorita no quiero, ya es tarde y ya me voy a comer. Si quieres, la próxima semana’, me despidió”, dice que esa fue la última vuelta antes de acudir con el presidente municipal.
Sólo al relatar la odisea al alcalde, los permisos fluyeron. Por eso, cuando se entera del despido de Omar Castellón, a quien se acusó de acoso sexual en contra de una ciudadana que tramitaba licencia de construcción, no se sorprende. “La corrupción ahí adentro sigue cabrona”, concluye.

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