lunes, 7 de septiembre de 2009

Es playa un mercado sobre ruedas


Juan Orozco no camina, pedalea. Lo hace a paso presuroso cuando cruza las calles de La Peñita de Jaltemba y del fraccionamiento que le separa de la playa en Guayabitos. Pero una vez que toca la arena, su triciclo, cargado de piñas dulces por la temporada y de mangos verdes e insípidos, circula lentamente. Hay que ir buscando el mejor punto de venta. Cuando como no conozco, dice Orozco mientras pela uno de sus mangos.
Como Juan, en las playas de Compostela hay 417 vendedores ambulantes. La mayoría de ellos se estaciona en Guayabitos, porque es la más concurrida, pero no siempre salen a trabajar todos. “Gracias a Dios”, dice Juan, porque las ventas este año han sido malas.
No todos venden fruta picada, como Orozco, pero la mayoría usan los triciclos para desplazarse. Es menos cansado que andar a pie y se puede cargar con toda la mercancía por la playa. Cada uno de los vendedores adapta su transporte al producto que vende.
Horacio, por ejemplo, vende pescado asado, ya no sólo en vara como se usa en Puerto Vallarta, también en filete; y camarón seco. En lugar de tener un asador fijo en el punto reservado para el descanso de los vendedores, y pagar por alguien que cocine lo que él vende, lleva un anafre en su triciclo, y hasta una mesa en la que el cliente puede preparar al gusto los mariscos.
Pero están también los que venden inflables, sombreros, artesanías y paletas heladas. La mayoría sobre ruedas, como en los mercados del Distrito Federal. Para hacerlo exhiben sus licencias, otorgadas por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), por las que cada año deben pagar unos ochocientos pesos de derechos.
Juan Orozco dice que el negocio está lento, que este año sí hay turistas, los señala sobre la arena, pero que no se acercan a comprar. “Es que ahora hay muchas tiendas sobre la carretera, entonces la gente se para en los camiones ahí y compra todo lo que necesita, cuando llegan acá ya no hay dinero para comprar nada”, dice.
No miente, en 20 minutos de charla nadie se acerca, no lo distrae nada. Abraham también vende fruta y duritos. Su triciclo está a menos de doce metros del de Orozco. Él tiene ocho años en el negocio y dice que aunque los fines de semana sube un poquito la gente, nunca vende más de 200 pesos en un día.
“Tiene como cuatro años que el turismo va a la baja. Cada vez hay menos y, cuando viene, no gasta. Así ha estado, desde hace cuatro años, cada vez peor. Los mejores tiempos siempre son los pasados”, concluye.

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